La artrosis es una de las enfermedades articulares más frecuentes y, probablemente, una de las más conocidas por la población general. Se trata de una afección degenerativa que afecta al cartílago de las articulaciones, ese tejido elástico y liso que recubre los extremos de los huesos y permite que los movimientos sean suaves, sin fricción ni dolor. Con el paso del tiempo o por distintos factores, ese cartílago puede desgastarse, provocar inflamación, dolor, rigidez y pérdida de movilidad.
Es habitual que los pacientes lleguen a consulta con una pregunta muy concreta: “Doctor, mi madre y mi abuela tuvieron artrosis, ¿significa eso que yo también la tendré?” La duda es completamente lógica, porque muchas veces parece que la enfermedad “se hereda” de generación en generación. Pero, ¿hasta qué punto esto es cierto? ¿La artrosis es realmente hereditaria o intervienen otros factores?
En CECOTEN, centro especializado en traumatología, cirugía ortopédica y rehabilitación en Santa Cruz de Tenerife, lo vemos a diario. Hay familias donde varias personas presentan artrosis, pero eso no significa que exista una transmisión directa. Lo que sí puede haber es una predisposición genética que aumenta la probabilidad de desarrollarla, sobre todo si se combinan con otros factores de riesgo.
Genética y artrosis: qué se hereda y qué no
Lo primero que debemos entender es que la artrosis no se comporta como una enfermedad genética clásica. No hay un “gen de la artrosis” que se transmita de padres a hijos como si fuera el color de ojos o el grupo sanguíneo. Lo que se hereda, en realidad, es una serie de características que pueden predisponer al desarrollo de la enfermedad.
Por ejemplo, hay personas que heredan una determinada forma o alineación de sus articulaciones (como piernas en varo o en valgo), una menor densidad de cartílago, una mayor laxitud ligamentosa o incluso una tendencia a tener un metabolismo del cartílago más frágil. Todo eso puede hacer que, con el tiempo, el desgaste articular sea más probable.
Se ha observado que en familias donde hay varios casos de artrosis —especialmente en mujeres y en articulaciones como las manos o la cadera— existe una mayor frecuencia de aparición. Sin embargo, eso no significa que sea inevitable. Es decir, tener antecedentes familiares puede aumentar el riesgo, pero no determina que una persona vaya a desarrollarla con seguridad.
La herencia, por tanto, “prepara el terreno”, pero la aparición final de la artrosis dependerá de otros factores que sí se pueden controlar: el peso, el tipo de actividad física, las lesiones previas, el trabajo, la alimentación o incluso la postura corporal mantenida durante años.
Factores que influyen más allá de la genética
A lo largo de los años, la medicina ha identificado muchos factores que influyen en la aparición y progresión de la artrosis. Algunos son inevitables, como la edad o el sexo, y otros son modificables.
El envejecimiento es, sin duda, el principal. Con los años, el cartílago se va haciendo más fino y pierde capacidad de regeneración. Es un proceso natural, pero que puede acelerarse si se asocia a sobrepeso, sedentarismo o sobrecarga mecánica.
El sexo también influye. Las mujeres, sobre todo a partir de la menopausia, tienen una incidencia mayor de artrosis, en parte por los cambios hormonales y por diferencias estructurales en la anatomía articular.
Pero los factores más importantes, y en los que realmente se puede actuar, son los que tienen que ver con el estilo de vida. El exceso de peso, por ejemplo, multiplica el esfuerzo que deben soportar las rodillas y las caderas, aumentando el desgaste. Cada kilo de más supone una carga extra para las articulaciones, y en el caso de las rodillas, se traduce en una presión cuatro veces superior en cada paso.
Otro factor clave son las lesiones previas. Una fractura, un esguince grave o una cirugía articular pueden dejar pequeñas irregularidades que, con los años, favorecen el deterioro del cartílago. También influye el tipo de trabajo: las profesiones que requieren movimientos repetitivos, cargar peso o pasar mucho tiempo de pie tienden a desgastar más las articulaciones.
Por eso, aunque la genética pueda predisponer, son los hábitos y las circunstancias los que marcan la diferencia.
Cómo saber si puedo tener predisposición a la artrosis
No hay una prueba genética específica que determine si alguien desarrollará artrosis, pero sí existen señales o situaciones que pueden hacer sospechar una predisposición:
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Tener varios familiares directos con artrosis diagnosticada antes de los 60 años.
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Presentar síntomas articulares leves en edades tempranas, como rigidez o dolor después del esfuerzo.
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Notar crujidos frecuentes o pérdida progresiva de movilidad sin causa aparente.
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Tener alteraciones en la alineación de las piernas o pies que sobrecarguen determinadas zonas.
En estos casos, lo más recomendable es realizar revisiones periódicas con un traumatólogo y, sobre todo, adoptar medidas preventivas antes de que aparezcan los síntomas.
Prevención: cómo actuar si tengo antecedentes familiares
La buena noticia es que, incluso si existe predisposición, la artrosis se puede prevenir o retrasar. Mantener unas articulaciones sanas depende en gran parte de los hábitos de vida.
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Mantén un peso saludable.
Es una de las medidas más efectivas. El exceso de peso es uno de los factores más dañinos para rodillas y caderas. Bajar unos pocos kilos puede reducir significativamente el dolor y la progresión del desgaste. -
Haz ejercicio regularmente, pero elige bien el tipo.
La actividad física moderada y constante ayuda a fortalecer los músculos que sostienen las articulaciones. Lo ideal es optar por ejercicios de bajo impacto: caminar, nadar, montar en bicicleta o practicar pilates. Evita saltos, impactos repetidos o sobrecargas excesivas. -
Cuida la postura y el movimiento.
Un mal gesto repetido durante años puede ser suficiente para dañar el cartílago. La ergonomía en el trabajo y la reeducación postural con ayuda de un fisioterapeuta son clave. -
Evita la sobrecarga articular.
Si tu profesión exige movimientos repetitivos o esfuerzo físico, trata de compensarlo con descansos, estiramientos y fortalecimiento muscular. -
Aliméntate bien.
No hay una dieta milagrosa contra la artrosis, pero una alimentación equilibrada, rica en frutas, verduras, pescado azul y alimentos con antioxidantes ayuda a mantener el tejido articular en mejores condiciones. -
Acude a revisiones periódicas.
Si tienes antecedentes familiares o molestias persistentes, lo mejor es consultar con un especialista en traumatología. Detectar los primeros signos de desgaste puede evitar que el daño avance.
Cuándo acudir al traumatólogo
Es importante no esperar a que el dolor sea insoportable para buscar ayuda. Muchos pacientes se acostumbran a vivir con molestias y rigidez, y llegan a consulta en fases avanzadas, cuando el cartílago ya está muy deteriorado.
Algunas señales de alerta son: dolor articular que se mantiene más de tres semanas, rigidez al levantarse por la mañana o después de estar sentado, dificultad para caminar largas distancias, inflamación o sensación de “chirrido” en la articulación. En esos casos, una valoración médica puede detectar artrosis incipiente y comenzar tratamientos que frenen su evolución.
En centros especializados como CECOTEN, se pueden combinar tratamientos conservadores (fisioterapia, medicación, infiltraciones o plasma rico en plaquetas) con programas de prevención personalizados según la edad, el nivel de actividad y los antecedentes del paciente.
La importancia de un diagnóstico precoz
El diagnóstico temprano es fundamental. Las técnicas actuales permiten detectar cambios estructurales antes de que aparezcan síntomas intensos. Radiografías, ecografías o resonancias ayudan a evaluar el estado del cartílago y del hueso, y permiten aplicar medidas antes de que la articulación se deteriore por completo.
El objetivo no es solo aliviar el dolor, sino preservar la función articular durante el mayor tiempo posible. Una detección temprana y una intervención adecuada pueden retrasar años la necesidad de una cirugía o de una prótesis.
Conclusión
La artrosis no se hereda de forma directa, pero sí puede existir una predisposición familiar. La genética influye, pero los hábitos de vida son decisivos. Tener familiares con artrosis no significa que sea inevitable padecerla, y mucho menos en edades tempranas.
Adoptar un estilo de vida saludable, mantener un peso adecuado, hacer ejercicio y acudir a revisiones periódicas son las mejores armas para prevenirla o ralentizar su avance.
En CECOTEN contamos con especialistas en traumatología y rehabilitación que pueden ayudarte a prevenir, detectar y tratar la artrosis en sus distintas fases, con un enfoque integral y personalizado. Porque cuidar tus articulaciones hoy es invertir en tu movilidad del mañana.