El Joven Deportista

El joven deportista
La realización de una actividad deportiva de forma regular demanda el cumplimiento de algunos preceptos por parte del que la lleva a cabo. En un ser en crecimiento, ya de por sí sometido a unas necesidades de aporte energético superiores porcentualmente a las de un organismo adulto, la alimentación debe ser completa y equilibrada. Es importante que esta contenga todos los principios fundamentales en las proporciones correctas y los complementos vitamínicos necesarios. Los jóvenes deportistas deberán evitar especialmente las dietas rápidas hiper-proteicas impuestas por la moda.
Las horas de descanso deben ser las adecuadas y la adquisición de responsabilidades en el terreno deportivo debe ir acorde a la edad del individuo. Jamás debería olvidarse el aspecto lúdico del deporte en los practicantes más jóvenes, para lo que será necesario el apoyo psicológico familiar. En este sentido, el entrenador tiene una gran responsabilidad, buscando el equilibrio entre lo apetecible (la consecución del resultado) y lo necesario (el desarrollo integral, tanto en el terreno físico como psíquico, del joven deportista).
El niño no es un adulto de pequeño tamaño. Su desarrollo orgánico está sujeto a influencias que no juegan ningún papel en el adulto. Sus músculos, ligamentos y tendones al ser más elásticos que los de los adultos, están más protegidos ante las lesiones, lo cual no quiere decir que no puedan sufrirlas. Sus huesos tienen una mayor capacidad de curación que los de sus mayores, pero por el contrario, poseen, unas zonas especialmente sensibles a las lesiones. Estas zonas, denominadas cartílagos de crecimiento por ser las responsables del crecimiento en longitud de los huesos, cuando se lesionan pueden ocasionar trastornos importantes en el desarrollo futuro del hueso.
La flexibilidad y coordinación que el joven va adquiriendo progresivamente le permite no solo mejorar el rendimiento deportivo, sino también le ayuda a protegerse mejor de lesiones debidas a caídas o movimientos inadecuados. Sin embargo, su entusiasmo en conseguir resultados, su inexperiencia y el mayor tiempo que generalmente le dedica, facilitan que el atleta joven padezca mayor número de lesiones agudas que el adulto.
Lesiones agudas en el joven deportista
Esguinces en el joven deportista
Consisten en la rotura de ligamentos, bandas fibrosas que unen los huesos de una articulación, por un estiramiento excesivo de los mismos. Generalmente no suelen revestir importancia en los más pequeños, si bien en los adolescentes adquieren un protagonismo mayor y deben ser especialmente tenidos en cuenta. Se caracterizan por la presencia de dolor inmediato alrededor de una articulación tras una «torcedura» de la misma. Suelen acompañarse de hinchazón de intensidad variable, al cabo de unas horas.
La pauta de actuación en estos casos debe ser la valoración por un traumatólogo lo antes posible si el dolor es intensivo y se acompaña de dificultad para mover la articulación lesionada. Hasta entonces la aplicación de compresas de hielo (¡nunca el hielo directamente!) en la zona dolorosa y la inmovilización del miembro afectado, con elevación del mismo si es la pierna, suelen ser de gran utilidad. Es importante tener en cuenta que el tratamiento adecuado evitará que la articulación quede inestable y propensa a los «esguinces de repetición»
Lesiones musculares
Lesiones óseas
Lesiones crónicas en el joven deportista
Constituyen un capítulo cada vez más abundante entre las lesiones relacionadas con el deporte. Su causa fundamental es el aumento en la dedicación de los deportistas, la intensidad de los entrenamientos y la continuidad en la actividad física a pesar de la presencia de molestias o dolor durante la misma, para no comprometer los resultados. Otro aspecto de gran importancia que contribuye a la aparición de este tipo de lesiones es la existencia de alguna alteración del aparato locomotor, previa a la práctica deportiva, o que se produce en el joven independientemente de esta. La ejecución de movimientos repetitivos condiciona una sobrecarga de la zona previamente alterada y aparece la lesión.
Cualquier zona del organismo está expuesta a padecer estas lesiones. Sin embargo, son más frecuentes en la columna lumbar, rodillas y pies. Su signo de alarma es la aparición de dolor durante la ejecución de determinados movimientos o ejercicios. Ante esto, lo recomendable es que el deportista sea visto por su traumatólogo, indicándole a este las características del dolor y en qué circunstancias se produce. Como medida útil hasta ser visto por su especialista, es conveniente disminuir la intensidad de la actividad hasta un nivel en que no haya dolor. Es asimismo recomendable una valoración médica del aparato locomotor, previa a la práctica regular de ejercicio.
La actividad física regular es altamente beneficiosa para el desarrollo psico-físico del niño. El aspecto competitivo desarrolla su espíritu de superación y le ayuda a madurar, por lo que deporte y competición constituyen una combinación positiva. No obstante, no hay que olvidar que también tiene algunos aspectos negativos, casi siempre controlables, que hay que considerar para no caer en ellos. Es responsabilidad de padres, médicos y profesionales del deporte, que la consecución de resultados jamás ponga en peligro la salud del joven deportista.
